A pesar de los avances en muchos aspectos del bienestar en México, tanto en el largo como en el corto plazo, el combate a la pobreza es una de las prioridades en la agenda de la sociedad y en el debate de las políticas públicas.
En la pasada década, el patrón de cambios en la pobreza siguió en paralelo al ciclo macroeconómico y al ritmo asociado del mercado de trabajo. La crisis de 1995 constituyó un enorme revés. La pobreza extrema se incrementó de 21.2% de la población en 1994 a 37.4% en 1996.
Entre 1996 y el 2002 la pobreza extrema en el país disminuyó 17 puntos porcentuales a 20.0%, sólo un punto porcentual por debajo del nivel antes de la crisis de 1994.
Del 2006 al 2008, por primera vez en los últimos 10 años, el número de personas en pobreza alimentaría, el equivalente a la pobreza extrema del Banco Mundial (BM), creció y pasó de 13.8 a 18.2% de la población del país.
Aumentó pues en 32 %, según el Coneval. Lo ganado en ese tiempo, de manera particular entre el 2004 y el 2006, se vino a tierra.
La crisis del 2009 y el difícil inicio del 2010 nos han “agarrado mal parados”, en particular a los más pobres. La magnitud de la crisis de finales del 2008, cuyo impacto se reflejará en las mediciones de este año, podría llevar al índice de pobreza a niveles de 1996, como se ven las tendencias en las siguientes tablas. Ello, ante las graves condiciones económicas y sociales que, se prevé, ya incrementaron la vulnerabilidad y la pobreza en el país.
Aunque se cuenta con Índice de la Tendencia Laboral de la Pobreza (ITLP) que muestra la proporción de personas que no puede adquirir la canasta alimentaria con su ingreso, este sólo anticipa el comportamiento del Índice de la Pobreza Alimentaria 2010 que aún no se presenta.
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