Samuel García - El Sol de México
El problema económico más preocupante que enfrenta México no se encuentra en las cifras del PIB, ni en el empleo, ni siquiera en las finanzas públicas. Es el grave deterioro de las instituciones, el acelerado desgaste de sus contrapesos y la concentración del poder, lo que terminará por destruir la competitividad y el bienestar colectivo.
Transparencia y confianza pública no son adornos: son insumos productivos. En 2024, México obtuvo su peor calificación histórica en el Índice de Percepción de la Corrupción: apenas 26 puntos sobre 100, descendiendo 14 posiciones hasta el lugar 140 de 180 países evaluados. Esta puntuación lo posiciona como el peor dentro de los 38 países de la OCDE, solo por encima de Rusia en el G20, y apenas por delante de países como Guatemala, Haití, Nicaragua y Venezuela en América Latina.
A pesar del reiterado discurso gubernamental de honestidad, la percepción pública es la de más corrupción y menor transparencia. Esa erosión abre puertas al favoritismo y a la captura regulatoria: reglas que se aplican según conveniencia y no por principio.
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