- El mandatario de EE UU lanza al ruedo a uno de los mayores enemigos de México, en un momento en que ambas naciones negocian un acuerdo integral sobre seguridad
Zedryk Raziel - México - El País
El arte de la negociación de Donald Trump descansa mucho en el arte de presionar hasta el límite a sus contrapartes, México en este caso. Cuando, a decir de la presidenta del país latinoamericano, Claudia Sheinbaum, parecía que la relación entre ambas naciones navegaba sobre el respeto entre iguales y la no subordinación, Trump lanzó esta semana un nuevo pulso para presionar a México y obtener aún más beneficios de su socio comercial en materia de seguridad. El caballo de batalla del mandatario norteamericano ha sido la agencia antidrogas de su país, la DEA, a la que México considera uno de sus mayores enemigos políticos, dado el historial de intervencionismo en su territorio de parte de agentes de esa dependencia. La nueva provocación de Trump ocurre en un momento en que ambos países se encuentran preparando un acuerdo general en materia de seguridad binacional. Los especialistas coinciden en que el mandatario de EE UU está siguiendo su habitual estrategia de presionar y aflojar, aunque señalan que México puede aprovechar la disposición de Washington para apretar a los grupos criminales y limpiar la casa.
El último disenso se relaciona con un supuesto programa de seguridad conjunto, el Proyecto Portero, que, según la propia DEA, consistía en el adiestramiento de agentes mexicanos para “desmantelar” a las organizaciones del crimen organizado que operan en la frontera, especialmente en el lado oeste, por donde tienen lugar los mayores cruces ilícitos de fentanilo, metanfetamina y cocaína hacia Estados Unidos. La agencia antidrogas aseguraba que las capacitaciones se darían en escuelas policiales del país norteamericano, y que serían impartidas por sus militares, fiscales y funcionarios de inteligencia. La presidenta Sheinbaum, en respuesta, rebajó la categoría del adiestramiento y lo definió como “un taller en Texas” para solo cuatro investigadores mexicanos. En el fondo, la mandataria negó que se hayan restablecido las relaciones con la DEA, que entraron en una fase de enfriamiento y hostilidad en el sexenio de su antecesor, Andrés Manuel López Obrador, quien limitó los alcances de las operaciones encubiertas de agentes extranjeros en México.

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