Una
disputa por el control de la educación está abierta en México. De un lado la
cúpula política del sindicato magisterial, encabezada por Elba Esther Gordillo,
y del otro la alianza de dos empresas privadas con intereses económicos en el
tema educativo: Televisa y Kimberly Clark, la principal productora de
contenidos mediáticos y la mayor empresa productora de papel y materiales
escolares.
En medio
de esa lucha está el Estado y un gobierno que claudicaron a su facultad
constitucional de tutelar el derecho a la educación pública de calidad para los
mexicanos y una niñez vista y tratada más como atractivo y jugoso mercando, que
como un conglomerado sujeto de derechos.
En el
juicio mediático de esta disputa no hay duda: la mala se llama Elba Esther
Gordillo, villana y causa de todos los males del sistema educativo; los buenos,
los ciudadanos de Mexicanos Primero, organización civil que funge como brazo
ejecutor de Televisa y Kimberly. Pocos diferirían de esa valoración y es
diagnóstico en la que el sindicato magisterial y su polémica dirigente aparecen
como el principal obstáculo para que en México mejore la calidad de la
educación.
Pero
hasta ahora las motivaciones de uno y otro lado en esta lucha no están igual de
claras. Porque todos sabemos o suponemos que detrás del interés de eternizarse
en el control del SNTE está el afán de poder y la ambición de Gordillo Morales
y el grupo de dirigentes que le acompañan para detentar la influencia política
y el beneficio económico que genera el numeroso sindicato de maestros. Pero
¿cuál es el objetivo o la motivación que persiguen las dos empresas privadas
que pelean en la disputa por la educación pública en México?
En el
discurso mediático Televisa y Kimberly Clark, a través de Mexicanos Primero,
buscan una educación pública de mayor calidad y con controles y sistemas de
evaluación que mejoren el aprendizaje y eficienten el uso de los recursos
públicos que se destinan al sector. Nadie podría estar en contra de eso. Pero
en la realidad, sus campos de acción las colocan como empresas con intereses
económicos y políticos no siempre tan visibles en el sector educativo.
Al ser
empresas productoras de papel, el mayor insumo actual en el sistema educativo
bajo el concepto de la educación tradicional, y de contenidos mediáticos que
influyen el proceso educativo, las dos compañías son pilares de la industria
vinculada a la tarea de educar, aunque a los dos les conviene el actual modelo
educativo, sin cambios en los insumos tradicionales como el papel, y con todo y
sus deficiencias que generan audiencias poco críticas y fácilmente
manipulables. A ninguno les convendría una escuela pública que fuera
suficientemente rápido en el uso de nuevos materiales o tecnologías, ni en el
suministro de conocimientos o información que modifique los hábitos de consumo
que en teoría se generan desde la escuela.
La
disputa entonces tiene que ver mas con un afán de controlar los tiempos y las
formas, y retomar influencia en la forma como crecerán los presupuestos
públicos en el área social y particularmente en la educación. Por ejemplo,
estas empresas no necesariamente apoyan el concepto de la escuela de tiempo completo,
un modelo que cambiaría la vieja escuela popular de cuatro horas en centros de
tiempo completo donde los niños comen nutricionalmente -es decir reducen sus
consumos de alimentos chatarra- y reciben una educación mas completa.
Pasar de
cuatro mil escuelas modelo de tiempo completo a 40 mil planteles bajo ese
esquema en todo el país, es algo que trastoca presupuestos, hábitos y perfiles
de millones de alumnos y de sus familias, millones de personas que modificarán
necesariamente sus hábitos de consumo. La derecha empresarial siempre ha
querido mucha gente ignorante y mucho más tiempo para transformar las
estructuras económicas.
¿O en qué
otro sentido empresas como Televisa demuestran interés o compromiso con la
educación popular con contenidos que en su mayoría apuestan al entretenimiento
y a la manipulación? Tal vez sea urgente impulsar un cambio en el sistema
educativo y sin duda se deben romper liderazgos y controles que dañan la
calidad de la educación, pero quitarle el control a un sindicato para dárselo a
empresas privadas con intereses poco claros, no parece la mejor salida para la
educación de los mexicanos.
Ese es el
tamaño del dilema que tendrá Enrique Peña Nieto con sus dos aliados políticos
que se disputan el control de la educación: de un lado Elba Esther y del otro
Televisa ¿Favorecerá a uno de los dos o recuperará el carácter rector del
Estado?
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