Cuando Enrique
Peña Nieto era candidato presidencial, los empresarios le pidieron una
Secretaría de Pesca, y los rectores una Secretaría de Educación Superior.
Algunos miembros de su equipo soñaron con una Secretaría del Interior que
fusionara a Gobernación con Seguridad Pública Federal, y desaparecer Reforma
Agraria y Energía. Imaginaban a Turismo como mera subsecretaría, y al IMSS y el
ISSSTE bajo una sola cabeza. Algunas propuestas fueron descartadas de inmediato
y otras quedaron bajo análisis. No hay decisión final sobre qué nace y qué
muere, pero en camino viene la primera gran reforma a la administración pública
desde el gobierno de Miguel de la Madrid.
En la cocina
está un nuevo diseño de un gabinete que se ajuste a las realidades del país,
pero qué y cómo se hará dependerá del diagnóstico que presente su equipo de
transición, que tiene 12 semanas para revisar los programas y los avances en el
gobierno de Felipe Calderón, y hacer sus recomendaciones al presidente electo.
Hasta entonces, Peña Nieto, decidirá con qué andamiaje institucional arrancará
su gobierno. No obstante, ya hay un primer esbozo de lo que se busca, perfilado
en la arquitectura del equipo de transición que encabezan Luis Videgaray, ex
coordinador de la campaña, responsable de la Transición Gubernamental, y Miguel
Ángel Osorio Chong, secretario de Organización del PRI, de Política y
Seguridad.
Videgaray
construirá desde su espacio lo que se espera sea la nueva Secretaría de la
Presidencia, que existió como tal hasta el gobierno de Luis Echeverría, y que
se transformó en Secretaría de Programación y Presupuesto en el de José López
Portillo. Esta Secretaría haría innecesaria la creación del cargo de jefe de
Gabinete –sueño de muchos- y, al mismo tiempo, trazaría la ruta para un
gobierno más eficiente y de resultados, que es lo como quiere Peña Nieto que lo
midan. Tendría bajo su cargo los egresos, retirando esa tarea de la Secretaría
de Hacienda, que la absorbió cuando desapareció en el gobierno de Ernesto
Zedillo, tras haber aportado los últimos tres presidentes que tuvo el PRI antes
de Peña Nieto.
Osorio Chong,
con el mandato de establecer las relaciones políticas con las cámaras y los
partidos políticos, y llevar las negociaciones con la voz de Peña Nieto, está
haciendo de facto el trabajo de un secretario de Gobernación, y analizando cómo
devolverle la fuerza –para disuasión- de la que la despojaron los gobiernos
panistas. En este rediseño se encuentra la duda de si varios de esos
instrumentos se quitan a la Secretaría de Seguridad Pública Federal, sin
tenerse claro cuáles de ellos –incluido su impresionante aparato de
inteligencia-, pasarían a ser manejados por un político y no por un técnico,
como sucede hoy en día.
El equipo de
transición aportó algunas claves adicionales en el nuevo armado institucional.
El más claro es Gerardo Ruiz Esparza, quien fue secretario de Obras durante el
gobierno de Peña Nieto en el estado de México, y que se perfila para ocupar la
cartera de la nueva Secretaría de Infraestructura, que resultará de la
partición de la Secretaría de Comunicaciones y Transportes, que llegó al máximo
de su capacidad al integrar dos áreas que no pueden seguir juntas. La otra
Secretaría, de Telecomunicaciones, aún no tiene destinatario.
En la Secretaría
de Hacienda hay algunos indicios de qué es lo que se está pensando. Para el
enlace con Hacienda en el equipo de transición se designó a Fernando Galindo,
que fue asesor de Videgaray en la Comisión de Presupuesto en la Cámara de
Diputados, y que pese a su calidad técnica es de tan bajo perfil que se puede
argumentar que el actual titular, José Antonio Meade, repetirá en el cargo, al
no parecer haber nada que preocupe a Peña Nieto en esa Secretaría, comenzando
por su cabeza.
No hay
muchas señales claras sobre qué perdurará y que cambiará. Menos aún quiénes
encabezarán las carteras en el gabinete de Peña Nieto. “No hay nada seguro
todavía”, dijo un miembro del equipo de transición. “Se tiene que revisar en
esta semanas todo lo que hay para hacer los diagnósticos y hacer las
propuestas”. Sólo entonces se habrá decidido si hay o no, cómo y en dónde, un
nuevo andamiaje de gobierno.
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