SILVIA GÓMEZ TAGLE (*) / EL UNIVERSAL
Con motivo de su sexto y último informe, el Presidente nos ha mandado
una serie de "spots" con mensajes que destacan "los hechos positivos" de
su gobierno.
No es que todo lo que declara la Presidencia sea falso, pero sólo es
una verdad muy a medias. En este contexto resulta interesante el libro
Los problemas nacionales durante el sexenio de Felipe Calderón, de
reciente edición.
En esta obra coordinada por María Eugenia Valdés Vega, diversos autores
analizan temas indispensables para entender los muchos problemas que no
se han resuelto en este sexenio por torpeza en su administración o por
compromisos políticos. En esta ocasión me referiré sólo a dos, educación
y seguridad, que ejemplifican bien estas dos situaciones.
El tema de la alianza con Elba Esther Gordillo es paradigmático, porque
ejemplifica cómo los compromisos políticos adquiridos por Calderón para
llegar a la Presidencia se tradujeron en un lastre durante toda su
administración para mejorar la calidad de la educación pública. Si se
atiende a la prueba ENLACE, aplicada a estudiantes de primaria y
secundaria, se advierten avances en relación a los primeros años del
siglo, 2003- 2004, cuando esta prueba se empezó a aplicar, pero no es
consuelo saber que estábamos peor antes, cuando todavía una gran mayoría
de los estudiantes de primaria y secundaria están en niveles bajísimos.
Por ejemplo, 60% de los estudiantes de primaria y 80% de secundaria no
entienden nada o casi nada de lo que leen.
Cuando Calderón asumió la Presidencia, en vez de desmantelar la
estructura corporativa y clientelar del sindicato de la SEP, para abrir
paso a una reforma educativa de fondo, consolidó una alianza con Elba
Esther Gordillo que no solamente sirvió para controlar al magisterio,
sino que se tradujo en el fortalecimiento de esta lideresa para
acreditar un partido político nacional. Ahora el Panal tiene la
capacidad de negociar como "partido bisagra" que atiende al mejor
postor, como lo demostró Gordillo en 2011, al "traicionar" a Calderón,
revelando los términos de las negociaciones que le permitieron obtener
prebendas excepcionales en la SEP a cambio de su apoyo electoral en
2006.
En el tema de la seguridad, por más discursos que difunda Calderón en
sus "spots", no resulta creíble que "México no se arrodilla frente al
crimen organizado", porque la experiencia en estos seis años de gobierno
demuestra que la lucha no se ha ganado, más bien se está perdiendo.
Cada vez son más grandes los territorios controlados por los cárteles
criminales y más numerosas las víctimas civiles, cuya identidad el
gobierno ni siquiera ha investigado, porque supone de antemano que "se
trata de criminales ajusticiados por otros criminales".
Eso para no hablar de los abusos a ciudadanos cometidos por el
Ejército, la Marina y las policías de todos los niveles, incluyendo la
PFP, que ha sido la creación del sexenio como "alternativa a la
corrupción". La balacera en pleno AICM hace unas semanas, protagonizada
precisamente por agentes de la PFP demuestra, como muchos otros hechos,
que este cuerpo policiaco, finalmente está tan infiltrado por las bandas
criminales, como otros cuerpos policiacos anteriores.
Y la persecución de un auto con placas diplomáticas de EU, que tuvo
lugar el pasado lunes, en la carretera a Cuernavaca, no sólo confirma
las hipótesis acerca del grado de penetración del crimen organizado en
la Policía Federal, sino que despierta inquietudes sobre el tipo de
actividades de "colaboración" que realizan agentes secretos
norteamericanos en territorio nacional, y sobre los que Calderón guarda
silencio.
Y es que, como afirman los especialistas, Calderón ha perdido la
perspectiva integral y el contenido amplio que debería tener una
política de seguridad nacional, para quedar reducida a una visión de
corte militarizado y represivo. De ahí que el crimen organizado
represente una amenaza estructural, que sólo podría combatirse con una
política de seguridad acompañada de otras políticas en el plano
económico y social, de largo plazo.
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