Ramón Alberto Garza - Sonora Presente
Si alguien busca una radiografía del gobierno de la Cuarta Transformación, que se asome a la tragedia de Michoacán. Es un auténtico caleidoscopio de todo lo que se debe hacer para gobernar mal, para perder el control sobre el territorio y para dejar en el desamparo a la ciudadanía.
Y si se quiere ver lo errático de la política del actual gobierno, que revise sólo dos citas mañaneras. Una, de la presidenta Claudia Sheinbaum y la otra, del General Secretario Ricardo Trevilla.
La presidenta dijo, sin remordimiento, que no le corresponde a su gobierno la guerra contra los cárteles. Más aún, que se actuará sobre los capos o los extorsionadores sólo cuando exista una denuncia o un proceso de judicialización.
Qué postura tan cómoda y timorata. Es inaudito que la Jefa del Estado no tenga empacho en admitir que renuncia a ejercer a su deber primario, que es el del monopolio de la violencia, para defender nuestras vidas y nuestras propiedades. Y peor aún, decir que aún con los capos frente al Ejército o la Guardia Nacional, sólo se actuará con denuncia de por medio. ¿Para qué? ¿Para que el que denuncie corra la misma suerte que el alcalde de Uruapan, Carlos Manzo, quien se cansó de denuncian sin que le hicieran caso? ¿O para acabar como Bernardo Bravo, el líder de los limoneros de Apatzingán, quien también denunció el criminal cobro de derecho de piso sobre sus cosechas y acabaron con su vida?
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