Luis Rubio - El Siglo de Durango
Desde que Thomas Hobbes publicó su famoso Leviatán en 1651, el concepto que lo anima ha inquietado y desafiado a estudiosos y políticos sobre cómo entender al mundo: la noción de que el caos es lo natural y siempre puede retor- nar pende sobre todos los gobiernos que enfrentan retos esenciales de seguridad.
Para Hobbes, el mundo natural es “solitario, pobre, desagradable, violento y hace que la vida sea corta”. Esa es la razón por la cual los hombres optan por un acuerdo que establezca un gobierno legítimo. Así, el Leviatán de Hobbes es un gobierno absoluto, creado por medio de un contrato social a través del cual los individuos ceden algunas libertades en aras de lograr seguridad y orden. En caso de no cumplirse estos objetivos -seguridad y orden- la legitimidad del gobierno entra en crisis. Es en este sentido que el Leviatán se convierte en una especie de espada de Damocles que cuelga sobre cada generación: la del riesgo de volver a caer en ese mundo violento, desordenado y peligroso para la ciudadanía que describe Hobbes con tanta vehemencia. La pregunta perenne e inevitable en tiempos como el que nos ha tocado vivir en México es si estamos avanzando en esa dirección.
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