Por: Jorge A. Castañeda Morales - El Economista
La realidad, por más que se maquille en mañaneras y tuits, acaba imponiéndose. Y los datos de los primeros tres trimestres de 2025 son devastadores: la economía mexicana no solo perdió el dinamismo postpandemia; se frenó en seco.
Las cifras del Inegi confirman lo que muchos advertimos: el crecimiento será raquítico, rondando 0.2 o 0.3% en el mejor escenario. Estamos, técnicamente, en un estancamiento que coquetea con la recesión. El dato de empleo de ayer lo refuerza, la creación de empleo en lo que va del año es la más baja en una década. Pero el origen del problema y sus causas, aunque algunos insisten en atribuirlo al vecino del norte, son plenamente internas.
La narrativa oficialista intenta vender que el freno se debe a un entorno global adverso o a la incertidumbre electoral en EU. Nada más lejos de la realidad. Como señaló el lunes Alejandro Werner —una de las voces más lúcidas en economía—, no podemos culpar al vecino del norte. De hecho, la economía estadounidense es lo único que hoy nos mantiene a flote.
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