Por: Arturo Damm Arnal - La Razón de México
Al hablar de inflación, por lo general, se hace referencia a la del consumidor, medida por el Índice Nacional de Precios al Consumidor, y casi nunca a una de las otras inflaciones, la del productor, medida por el comportamiento del Índice Nacional de Precios al Productor, una de las otras inflaciones a la que dediqué el anterior Pesos y Contrapesos, llegando a la conclusión de que, de las tres posibles combinaciones: (i) que la inflación del productor sea mayor que la del consumidor; (ii) que sea igual; (iii) que sea menor, la menos mala es la tercera, como sucedió en octubre.
Habiendo mencionado a la inflación del productor como una de las otras inflaciones, ¿cuál es otra de las posibles inflaciones, a la cual habría que ponerle más atención de la que, comenzando por los integrantes de la Junta de Gobierno del Banco de México, se le pone, debiendo sustituir, llamémosla así, a la inflación general como meta de inflación del Banco de México y, por lo tanto, como parámetro para calificar lo correcto o incorrecto de las decisiones de política monetaria y la eficacia o ineficacia de la misma.
La inflación general es la que se reporta con el Índice Nacional de Precios al Consumidor, que incluye tanto la inflación subyacente como la no subyacente. La subyacente excluye los bienes cuyos precios son más volátiles (frutas y verduras, y productos pecuarios), y cuyos precios no están determinados en el mercado por la relación entre oferta y demanda (energéticos y tarifas autorizadas por el gobierno). La inflación no subyacente considera únicamente los precios de dichos productos.
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