Por: Arturo Damm Arnal - La Razón de México
En las democracias se genera una tendencia, lógica, hacia un gasto gubernamental cada vez mayor. Este fue el gasto del sector público federal, en billones de pesos, en el último año de cada uno de los correspondientes sexenios. Fox, 2006: 2.1. Calderón, 2012: 3.7, 1.6 más, 76.19%. Peña Nieto, 2018: 5.3, 1.6 más, 43.24%. López Obrador, 2024: 9.7, 4.4 más, 83.02%.
Quien detectó, estudió y explicó este fenómeno fue el economista austriaco Joseph Schumpeter (1883, año en el que muere Marx y nace Keynes, 1950), quien en su libro Capitalismo, socialismo y democracia (1942), escribió lo siguiente: “El presupuesto público tiende a crecer, y con él la carga fiscal, no porque los gobiernos sean derrochadores por naturaleza, sino porque la democracia habla el lenguaje del interés inmediato del elector.” ¿Y cuál es el interés inmediato del elector? Que el gobierno gaste más en su beneficio, promesa de mayor gasto gubernamental a favor del electorado que es condición necesaria para que, en democracia, los candidatos a puestos de elección popular eleven sus probabilidades de ganar.
¿Hasta qué punto las democracias se sostienen gracias a un cada vez mayor gasto gubernamental, “en beneficio” de los electores? ¿Qué hubiera pasado con la democracia mexicana si el gasto gubernamental, en vez de haber sido cada vez mayor, hubiera sido cada vez menor? 2006: $9.7 billones. 2012: $5.3 billones. 2018: $3.7 billones. 2024: $2.1 billones. Las democracias, ¿pueden funcionar con gastos gubernamentales cada vez menores?
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