Por: Maribel Núñez Mora F. - El Economista
Durante décadas, en México asumimos que el empleo formal era la ruta más segura hacia el progreso. Tener un contrato, un horario definido y un jefe daba una sensación de estabilidad que pocas veces se cuestionaba. Pero esa seguridad, que parecía tan sólida, comenzó a desgastarse lentamente hasta dejar al descubierto una realidad incómoda: hoy, millones de mexicanos ya no pueden sostener una vida digna únicamente con un empleo tradicional.
Los datos más recientes del INEGI muestran una paradoja clara: mientras el empleo formal continúa creciendo, más de 14 millones de personas están migrando hacia el autoempleo, el freelanceo o modelos híbridos. Y no todos lo hacen impulsados por un espíritu emprendedor; muchos lo hacen porque el ingreso simplemente dejó de alcanzar. El salario promedio real prácticamente no ha aumentado en diez años, mientras que el costo de vida (vivienda, alimentos, transporte) sigue al alza. La ecuación ya no parece estar funcionando.
Pero más allá de la presión económica, hay un cambio silencioso y profundo: se está transformando la relación del mexicano con su trabajo.
Cada vez más personas cuestionan un modelo que exige entre ocho y doce horas fuera de casa, sumemos los interminables traslados, a cambio del mismo salario de hace años. La rutina se convirtió en una rueda que consume tiempo, energía y, con ello, la posibilidad de construir un proyecto de vida propio.
No hay comentarios:
Publicar un comentario