Por: Arturo Damm Arnal - La Razón de México
Al final de cuentas, por más que sea dinero de curso legal, que por ley debemos aceptar como medio de pago, nosotros decidimos si usamos o no el dinero producido por el Banco de México. ¿Por qué podríamos rechazarlo? Por la inflación, por la pérdida de su poder adquisitivo, que es la pérdida del poder adquisitivo de nuestro trabajo, que viola nuestro derecho al producto íntegro del mismo, que incluye el derecho al poder adquisitivo íntegro de nuestro trabajo y por lo tanto de nuestro dinero.
La inflación ha sido una constante en la historia reciente de la economía mexicana. En lo que va del siglo la inflación acumulada es 191.42%. ¿Por qué que no dejamos de usar el dinero del Banco de México, de mala calidad, que sistemáticamente pierde poder adquisitivo? Porque el inconveniente que ocasiona la pérdida de su poder adquisitivo es menor que el que ocasionaría el dejar de usarlo y tener que recurrir el truque en espera de que, espontáneamente, en los mercados, alguna mercancía empezara a usarse como dinero. Esta es la ventaja que tiene el Banco de México: siempre y cuando estemos dispuestos a soportar la inflación, que es permitida o generada por él, seguiremos usando su dinero, aunque sea de mala calidad.
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