Por: Eduardo López Chávez - El Economista
No hay futuro más predecible que el de un país que insiste en tropezar con la misma piedra… mientras culpa a la piedra. - Macraf
Desde el inicio del actual gobierno, uno de los objetivos más repetidos ha sido el de “posicionar a México entre las diez economías más grandes del mundo”. La frase suena bien en un mitin y todavía mejor en la conferencia matutina, pero fuera de ese teatro político, la realidad es menos inspiradora. México tiene todo para ser una potencia económica global —territorio, población, recursos naturales, ubicación geográfica y un mercado interno en expansión—, pero carece de algo esencial: instituciones fuertes, visión de Estado y una clase política que entienda que el desarrollo no se decreta… se construye.
El Fondo Monetario Internacional acaba de publicar sus perspectivas de otoño. En ellas, México aparece en el lugar número 13 entre las mayores economías del planeta. Algunos lo presumen como un logro. Otros, con un poco más de sentido crítico, lo vemos como lo que es: una oportunidad perdida. México podría estar en el top 10, pero no lo está. Y no por falta de condiciones, sino por exceso de malas decisiones.
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