- Sheinbaum está convencida ideológicamente de que el proyecto de López Obrador es el correcto, por lo que su frase de “poner el segundo piso a la transformación” no es algo para tomar como un guiño a su mentor o propaganda.
Estrictamente Personal
Raymundo Riva Palacio - El Financiero
Ahora sí, Claudia Sheinbaum cumple hoy un año en la Presidencia. No parecen 365 días, sino una eternidad. Heredó el peso de la ‘cuatroté’, a un expresidente que no se ve pero se siente, una economía maltrecha, un país a merced de los cárteles que no ha podido contener ni frenar con su nueva estrategia, una guerra entre criminales en Culiacán y la implosión en Morena por la corrupción y sus vínculos con el crimen organizado. Sheinbaum ha podido ver muy poco hacia delante, porque trae sobre la espalda muchos encargos del pasado, que le impiden volar libremente y construir su sexenio.
Son tantos los problemas que le dejó Andrés Manuel López Obrador y se agregan la runfla de sus cercanos, con excesos que lastiman al expresidente y la golpean a ella, que Sheinbaum ha tenido como una alta prioridad en este primer año evitar que la imagen de su mentor sea ultrajada por las revelaciones de las chapucerías de sus hijos mayores y de sus más cercanos. Sheinbaum no tiene todavía el poder que debería ejercer, y tiene que comerse sapos para mantener la cohesión del movimiento y la gobernabilidad. Pero será cuestión de semanas, estiman sus cercanos, que esperan que enero les traiga, en muchos sentidos, un nuevo día.
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