Samuel García - El Sol de México
Nadie en Washington ni en la Ciudad de México cree que esto sea solo un tema de aviación. La decisión del Departamento de Transporte de Estados Unidos de cancelar 13 rutas de aerolíneas mexicanas lleva todas las marcas de la casa Trump: presión política disfrazada de regulación técnica.
El presidente estadounidense volvió a hacer lo que mejor sabe: usar la política económica como pieza de ajedrez para arrinconar al adversario. En plena campaña contra Maduro, y con la revisión del T-MEC a la vista, golpea al AIFA -el emblema aeroportuario de la 4T- justo cuando intenta despegar, y manda una señal nítida: México no la tendrá fácil, por más elogios que dedique a la presidenta Claudia Sheinbaum.
La reacción de la presidenta Sheinbaum fue cautelosa, pero con visible molestia. Su respuesta, firme en el rechazo pero moderada en el tono, dejó claro que México defenderá sus derechos sin escalar la confrontación. El contexto no podía ser más delicado: días antes, fuerzas estadounidenses destruyeron tres embarcaciones en el Pacífico con presuntos narcotraficantes a bordo, en una operación que México consideró unilateral. Con la sombra de nuevos aranceles y la renegociación del T-MEC en el horizonte, cualquier respuesta de Sheinbaum implicaba caminar sobre una cuerda floja.
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