jueves, 30 de julio de 2009

PROCAMPO ¿CULPABLE?

Guillermo Knochenhauer

El Universal ha dedicado espacios en sus primeras planas de esta semana a señalar deficiencias del Procampo, entre las que hay que destacar dos: que no ha cumplido con elevar la eficiencia y competitividad del campo y que más de 170 mil millones de pesos que ha distribuido en 15 años, se han concentrado en pocas manos.
Procampo es un programa emblemático de la política de desarrollo rural y por eso, al desmenuzarlo se pueden ver inconsistencias del mismo y de la política de gobierno hacia el campo. Lo primero que resalta en ambos planos es la falta de una definición clara de los problemas que se pretende resolver, como dice el estudio del CIDE, una de las fuentes de El Universal. El Procampo tiene ese defecto de origen. Fue creado por decisión política en el gobierno de Carlos Salinas como sustituto del subsidio implícito en los precios de garantía para poderlos desaparecer (desaparecieron y fueron restablecidos como precio objetivo años después), y para compensar la baja de rentabilidad que iba a provocar el TLCAN a los productores que competían en el mercado.
Según esas consideraciones, la clientela del Procampo son campesinos que producen para el mercado, a quienes el programa les debía compensar el retiro de ciertos subsidios y la baja en precios por sus productos que causara la apertura a las importaciones. Sin embargo, también se incluyó en el subsidio a los campesinos de autoconsumo, beneficiarios por primera vez de cualquier programa de gobierno.
Ahí empiezan las confusiones: según la lógica mercantil, el Procampo debía coadyuvar a capitalizar y tecnificar las unidades agropecuarias y según la lógica asistencial, debía ser un mero complemento al ingreso de los productores, cualquiera que fuera su capacidad productiva.
A decir verdad, el equivalente a 100 dólares de subsidio por hectárea con que empezó el programa hace 15 años y nunca más ha recuperado esa equivalencia, sólo alcanza para considerarlo un “complemento al ingreso”, no un capital de inversión en técnicas productivas.
Eso nunca ha sido aceptado por la política de desarrollo agropecuario. En el decreto de creación de PROCAMPO se justificó el subsidio por seis propósitos contradictorios entre sí. Los recoge el documento del CIDE.
El primero es “mejorar la competitividad interna y externa; elevar el nivel de vida de las familias rurales y modernizar el sistema de comercialización. Todo ello con vistas al incremento de la capacidad de capitalización de las unidades de producción rural”. ¿Con cien dólares por hectárea y año en el temporal?
El segundo propósito es que los campesinos cambiaran a cultivos comercialmente más rentables. Procampo debía servir, en tercer lugar, para promover alianzas entre el sector social y el sector privado “capaces de enfrentar los retos de la competitividad, mediante la adopción de tecnologías más avanzadas y la implantación de modos de producción sustentados en principios de eficiencia y productividad”.
En cuarto lugar se consideró “que debido a que más de 2.2 millones de productores rurales que destinan su producción al autoconsumo se encuentran al margen de los sistemas de apoyo y, en consecuencia, en desigualdad de condiciones frente a otros productores que comercializan sus cosechas, se instrumenta este sistema que tiene como uno de sus principales objetivos mejorar el nivel de ingreso de aquellos productores”.
También se le colgaron al Procampo propósitos ecológicos y finalmente, como sexto objetivo, que “eleve las condiciones de vida, conserve los recursos naturales y fomente el desarrollo del sector rural”.
De tal confusión destacan dos conclusiones: que no hay política ni programa que resista una evaluación de resultados con relación a objetivos tan diversos y contradictorios y segunda, que el PROCAMPO para lo que ha servido, es como complemento al ingreso campesino y no podía servir para nada más.
Hay productores que en 15 años han recibido hasta 20 millones de pesos, lo cual es más que un mero complemento al ingreso campesino. La crítica de que Procampo es inequitativo tiene su razón de origen en que se da por superficie. El programa le da 20 veces más dinero a quienes tienen 100 hectáreas que a quienes cultivan hasta 5 hectáreas, que son la inmensa mayoría de los campesinos del país.
En abril publicamos en este espacio que durante 2008, el 76 por ciento de los campesinos recibió 34 por ciento del subsidio y el 24 por ciento restante se quedó con el 66 por ciento de los 16,803 millones de pesos que ejerció Procampo el año pasado.
Esa desigualdad es reflejo fiel de la estructura agraria del país.
knochenhauer@prodigy.net.mx

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