sábado, 11 de julio de 2009

ECONOMÍA DEL VOTO DE CASTIGO


*José Luis Calva
Entre los factores causales del resultado electoral del 5 de julio, el voto de castigo por la conducción económica de México es, sin duda, un factor relevante. Explicaciones aparte, las cuentas que entregará el presidente Calderón al término del primer trienio de su gobierno son estas: el producto interno bruto será en el mejor de los casos 2.6% menor que el obtenido en 2006, lo que significa una caída de 5.1% en el PIB por habitante; la inversión fija bruta será 6.3% inferior a la observada en 2006, lo que representa una caída de 8.7% en la IFB percápita; el número de empleos formales registrados en el IMSS, en lugar de crecer, habrá disminuido en más de 500,000 plazas (en mayo de 2009, el número de plazas formales fue 206,794 menor que en noviembre de 2006); y el desempleo abierto en cifras desestacionalizadas habrá brincado del 3.9% de la población económicamente activa en noviembre de 2006, al 6.5% de la PEA en igual mes de 2009 (en mayo de este año fue de 6.1%).
En estas condiciones, cualquier partido en el gobierno, salvo contadas excepciones, pierde las elecciones.
Ciertamente, el gobierno de Calderón ha argumentado que la recesión mexicana es una “crisis importada”.
Sin embargo, para el ciudadano común lo que habitualmente cuenta son los hechos perceptibles. Bien podría decir: “Haiga sido como haiga sido”, estoy desempleado o en peligro de estarlo, cayeron mis ingresos, me quedé sin crédito o caí en cartera vencida.
Para el ciudadano más reflexivo e informado, la “explicación” gubernamental simplemente ofende la inteligencia. Ciertamente, a causa de la recesión estadounidense nuestras exportaciones han caído, pero no hay que olvidar su elevadísimo contenido importado. Si se resta éste, el valor de nuestras exportaciones de mercancías apenas representan el 13% del PIB mexicano, de manera que nuestra economía es primordialmente de mercado interno.
Por ello, el factor explicativo principal de la tremenda recesión mexicana es interno: el consumo privado —que representó el 69.5% del PIB mexicano durante los últimos cinco trimestres— cayó a una tasa anualizada de 8.4% en el cuarto trimestre de 2008 respecto al trimestre previo, en cifras desestacionalizadas; y volvió a caer a tasa anualizada de 21.3% en el primer trimestre de 2009. Se trata de decrementos porcentuales similares a los observados en el PIB mexicano, que cayó a tasa anualizada de 9.8% en el cuarto trimestre de 2008 y de 21.5% en el primer trimestre de 2009.
Ahora bien, la contracción del consumo privado es más que una simple cifra. Detrás de ella hay penurias ciudadanas: la reducción del poder adquisitivo de las mayorías nacionales (v.gr., los salarios contractuales aumentaron en términos nominales 4.38% en el primer trimestre de 2009 respecto a igual período del año previo, mientras que los precios de la canasta básica aumentaron 7.92%); un menor acceso al crédito para el consumo (que cayó 31.3% durante igual periodo); más hogares sobreendeudados e individuos en el buró de crédito; y, desde luego, mayores carencias de bienes y servicios en numerosos hogares.
¿Pudo haber sido diferente? Desde luego que sí. De haber reconocido a tiempo la gravedad de la recesión —en vez de subestimarla sistemáticamente— y haber emprendido en consecuencia enérgicas acciones de política económica contracíclica, realmente proporcionales a la emergencia, la recesión podría haber sido considerablemente atemperada.
Pero casi nada se hizo. Para ilustrarlo con números: mientras las acciones contracíclicas de política fiscal en Estados Unidos representan el 5.6% del PIB en 2009, en México el conjunto de programas contracíclicos de política fiscal escasamente representan el 0.8% del PIB (véase nuestra entrega del 14/V/09). Como resultado, aunque Estados Unidos fue el epicentro de la crisis económica mundial, la recesión mexicana es mucho más profunda. Según los pronósticos de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos, mientras el PIB de México caerá 8% en 2009, el PIB de Estados Unidos sólo caerá 2.7%.
De allí el voto de castigo económico. Lo extraño habría sido que el Partido Acción Nacional ganara las elecciones.
¿Y qué hay con el partido ganador? Recuérdese que el voto de castigo típicamente favorece a aquel que puede ganarle al castigado: obtiene mayor número de votos y el mayor abstencionismo (o el crecimiento del voto nulo) afecta principalmente a sus adversarios. Pero atención: voto de castigo no quiere necesariamente decir representatividad social, ni representatividad política estable, ni proyecto nacional viable de consenso. Eso depende de las acciones futuras del partido triunfador en el Congreso de la Unión.
*Investigador del Instituto de Investigaciones Económicas de la UNAM
Fuente: El Universal

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