- Ideológicamente, Sheinbaum es parte del mismo proyecto, pero necesita librarse de los saboteadores que le impiden administrar el desastre que le dejó López Obrador y gobernar.
Raymundo Riva Palacio - El Financiero
Las primeras señales de fisuras entre la presidenta Claudia Sheinbaum y el expresidente Andrés Manuel López Obrador están a la vista, y por primera vez se aprecia una división clara, aunque pequeña aún, entre los dos. Esta grieta ha quedado de manifiesto en los casos del senador Adán Augusto López y los viajes de Andy, el hijo de López Obrador, Andrés Manuel López Beltrán; el coordinador de los diputados de Morena, Ricardo Monreal, y el secretario de Educación, Mario Delgado, donde el ala pura del régimen mostró sus contradicciones.
La primera señal fue cómo las plumas que controla el coordinador de asesores de la Presidencia, Jesús Ramírez Cuevas, comenzaron a hablar del lastre que significaba el senador por su relación con Hernán Bermúdez Requena, quien, desde el cargo de secretario de Seguridad de Tabasco –donde lo nombró Adán Augusto cuando fue gobernador–, construyó un imperio criminal en el sur del país. Lanzar el ataque contra él, que es el eslabón político más fuerte con López Obrador, y las implicaciones para el expresidente si quedara arrollado por el torbellino tabasqueño no tendrían sentido, salvo que hubiera sido una instrucción de la presidenta.
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