- Ronald Johnson, para efectos prácticos, se convirtió en un procónsul. Que sirva esto en México, como un comportamiento que no debemos permitir.
Raymundo Riva Palacio - El Financiero
Donald Trump no está dejando espacio para la interpretación. Hizo a un lado a Kari Lake, una fanática y extremista, para el cargo de embajadora en México, y optó por Ronald Johnson, un coronel retirado que también trabajó para la Oficina de Ciencia y Tecnología de la CIA –cuya importancia lo señala en que recibe casi dos terceras partes del presupuesto de la agencia–, y experto en operaciones especiales que fue jefe de Misión en El Salvador, donde prácticamente sometió al presidente Nayib Bukele para que endureciera sus políticas migratorias y se alineara a los designios del entonces presidente.
En México, está diciendo Trump, es el tiempo de los militares y la mano dura contra el crimen organizado. No hay espacio para la relación con los civiles, sino para alguien en quien confía el Pentágono y la CIA, dos de las dependencias del gobierno estadounidense más críticas de la política de tolerancia y entrega de territorio a los cárteles de las drogas emprendida por el expresidente Andrés Manuel López Obrador. Cuando presentó el Departamento de Estado al Senado su nominación como embajador en El Salvador en 2019, resaltó su experiencia de campo en contraterrorismo, combate al narcotráfico y refugiados.
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