- La presidenta descarta con insistencia cualquier subida de impuestos en el corto plazo, en línea con el sexenio anterior, pese a la desaceleración económica y la necesidad de controlar el déficit
Claudia Sheinbaum durante la conferencia de prensa en Palacio Nacional, en Ciudad de México. José Méndez (EFE)
David Marcial Pérez - México - El País
Hasta tres veces ha negado Claudia Sheinbaum en apenas un mes que su Gobierno esté pensando en una reforma fiscal. La última vez ha sido esta misma semana, en una mañanera donde la Administración Tributaria (SAT) presentaba resultados. El aumento en la recaudación al cierre del año le sirvió a la presidenta para sacar pecho y volver a insistir en que descarta abrir el melón de una subida de impuestos. “Existe esta idea de que “hay que hacer una reforma fiscal”, pero todavía hay oportunidad de incrementar los ingresos”, dijo este jueves. La reforma tributaria es el elefante en la habitación heredado de Andrés Manuel López Obrador. Los dos gobiernos mexicanos más progresistas y con más legitimidad en las urnas desde la apertura democrática no se atreven a activar una palanca que muchos consideran, desde el FMI hasta el mundo académico, prioritaria para cambiar las bases económicas y atajar la desigualdad y la pobreza en uno de los países con una recaudación más baja de la región.
La negativa de López Obrador le costó su primera crisis de gobierno, con la salida a los pocos meses de su secretario de Hacienda, Carlos Urzúa. De momento, Sheinbaum parece tener alineado a su zar económico, Rogelio Ramírez de la O, pero a la vez cuenta con más presión. Las previsiones de crecimiento dibujan un panorama de desaceleración -por debajo del 2% este año y el siguiente- que complicarán el equilibrio entre seguir abriendo el grifo del gasto público, sin renunciar incluso a nuevos programas sociales, y aliviar el peso del déficit más abultado de las últimas tres décadas.
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