- Si los planes de Donald Trump de imponer nuevos aranceles a las importaciones procedentes de México conducen a renovadas conversaciones sobre inmigración, delincuencia y comercio, los mexicanos deberían acoger con agrado la oportunidad.
Por: Guillermo Ortiz - El Economista
CIUDAD DE MÉXICO. Tras ganar las elecciones presidenciales estadounidenses el mes pasado, Donald Trump no tardó mucho en anunciar que impondrá aranceles de importación del 25% a todos los productos procedentes de México y Canadá, además de sumar 10 puntos porcentuales a todos los aranceles existentes sobre los productos procedentes de China. Aunque el objetivo declarado es obligar a estos países a bloquear el flujo de migración ilegal o fentanilo desde su territorio hacia Estados Unidos, la política arropa prolijamente los temas favoritos de Trump –inmigración, crimen y aranceles– en un solo paquete.
La respuesta era previsible. México advierte que los aranceles serían sumamente perjudiciales e inflacionarios. Aunque ha ofrecido cooperación para disipar las preocupaciones de Estados Unidos, también está dispuesto a tomar represalias si Trump sigue adelante. Y algunos en Canadá han sugerido un acuerdo separado, al argumentar que México se está convirtiendo en una plataforma para las exportaciones chinas a Estados Unidos.
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