Por: Isaac Katz - El Economista
Mañana se acaba uno de los peores años que México haya experimentado. No fue porque la economía no haya crecido, aunque con el magro crecimiento de apenas 1.5% se cerró un sexenio con una caída en el PIB por habitante. Tampoco fue que el tipo de cambio se haya depreciado 15% desde el día de las lecciones o porque la inflación se mantuvo estancada entre 4 y 5% anual, con una Junta de Gobierno del Banco de México que parece estar conforme con que la inflación se sitúe apenas por debajo del 4% para que puedan cantar victoria y afirmar que sí cumplieron con su mandato constitucional de procurar mantener el poder adquisitivo de la moneda.
No. En mi opinión, 2024 fue uno de los peores años porque fue este en el cual se culminó la destrucción institucional iniciada hace seis años. En este año se destruyeron la democracia liberal, el Poder Judicial, la separación de poderes y la certeza jurídica, la defensa judicial de los derechos individuales y los contrapesos a un ejercicio autoritario del poder. El año que termina pasará a la historia por haber sido uno en el cual los mexicanos perdimos nuestra libertad política y vimos mermada nuestra libertad económica. 2024 fue el año en el cual, con la destrucción del arreglo institucional y la pérdida de libertad, prácticamente cancelamos la posibilidad de haber entrado en una senda sostenida de desarrollo económico. En este escenario es que entraremos a 2025, un año que será crítico por varias razones. Destaco tres: la elección de jueces, la situación de las finanzas públicas y el segundo periodo presidencial de Trump.
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