- Un análisis de la vida del elegido de Donald Trump para ser secretario de Salud revela una tendencia hacia los extremos que incluye una adicción a las drogas, una conducta sexual compulsiva y la defensa de teorías conspirativas.
Por Sheryl Gay StolbergSusanne Craig y Rebecca Davis O’Brien - The New York Times
En septiembre de 1983, Robert F. Kennedy Jr. cayó enfermo en un vuelo a Rapid City, Dakota del Sur. El piloto llamó por radio a los médicos. Gracias a su famoso apellido, Kennedy, quien en ese entonces tenía 29 años y acababa de terminar la carrera de derecho, fue trasladado a una sala VIP del aeropuerto, donde los investigadores encontraron heroína en su equipaje.
Según su propio relato, Kennedy, quien luego se declaró culpable de un delito grave de posesión de heroína, había caído en la drogadicción durante su adolescencia mientras intentaba lidiar con el asesinato de su padre. Dos días después del episodio del avión, se internó en un centro de tratamiento de drogadictos de Nueva Jersey. Ha dicho que, desde entonces, ha estado sobrio.
Kennedy fue elegido por el presidente electo Donald Trump para el cargo de secretario de Salud, un nombramiento que logró tras una campaña presidencial disruptiva en la que presentó su vida como una historia de redención. Este año le dijo al locutor de una radio cristiana y conservadora que, cuando era un joven adicto y con problemas, había experimentado un “despertar espiritual” y que “sabía que tenía que cambiar de un modo profundo y fundamental”.
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