Jesús Silva Hérzog - El Siglo de Durango
En la imagen, el Tío Sam clava un cartel en la pared. “Ayuda a tu país y ayúdate a ti mismo: Denuncia a todos los invasores extranjeros.” Esa es la leyenda que puede leerse en el cartel que difunden el Departamento de Seguridad Interior y la Casa Blanca. El personaje que en las dos guerras mundiales llamaba a incorporarse al ejército ahora pide que se denuncie ante las autoridades a los invasores que pretenden adueñarse del país. Los migrantes ya no son “ilegales”. Son invasores, integrantes de un ejército encubierto que pretende terminar con la civilización para imponer la anarquía. Tropas que pretenden remplazar a los verdaderos dueños del país. La pancarta captura bien la estrategia que sostiene al gobierno de Trump. Dividir a la sociedad entre cómplices y perseguidos.
Si queremos darnos cuenta del monstruo que tenemos en frente, vale la pena leer con atención el discurso de Donald Trump ante los soldados del Fuerte Bragg. No es que hagan falta muchas evidencias adicionales para percatarnos de la ambición dictatorial de Trump, pero en este encuentro con los militares el proyecto parece más claro que nunca. Hace unos días el presidente de Estados Unidos acudió a ese cuartel para pronunciar un discurso que rompe las tradiciones más antiguas de su país al convocar al ejército a unirse a su guerra contra el enemigo interior.
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