Jesús Silva Hérzog - El Siglo de Durango
La ofensa es patrimonio exclusivo del poder. Solo tienen derecho a insultar los senadores, las gobernadoras, los representantes del régimen. Para ellos, el terreno libre para acosar y para agredir. El trato los periodistas a los poderosos debe ser reverencial. El ejemplo del supremo acosador ha definido la práctica de eso que llaman el “humanismo mexicano”. Invitar al linchamiento desde las máximas tribunas del país.
Pero, ¡ay de quien se atreva a criticar al poder, de quien suelte la burla de los gobernantes, quien denuncie sus tropelías y abusos! No se trata, hay que advertirlo, solamente de una amenaza a los profesionales del periodismo, a los medios de comunicación. Se pretende eliminar el derecho democrático de reírnos de quienes nos gobiernan. Criticar al poder se ha convertido en atrevimiento de altísimo riesgo. Denunciar con pruebas a los poderosos o ridiculizarlos espontáneamente puede activar esa maquinaria de censura en la que todos los engranajes se mueven en una misma dirección, sin obstáculo alguno.
No hay comentarios:
Publicar un comentario