Jorge Zepeda Patterson - Milenio
MOISÉS BUTZE
Es explicable que la presidenta Claudia Sheinbaum haya solicitado a los dos coordinadores de Morena en las Cámaras dejar atrás sus rencillas y operar con la unidad que necesita el proyecto de la cuarta transformación. La exhibición de los trapos sucios de Adán Augusto López, líder en el Senado, y Ricardo Monreal, su equivalente en la Cámara de Diputados, constituyó la delicia de la oposición y de la prensa crítica. Al llamarlos a la concordia, Sheinbaum asume que la enorme responsabilidad que el gobierno de México tiene por delante para responder a Trump 2.0 y el desafío de despabilar a una economía que tiende al estancamiento, no admite desgastes innecesarios ni fracturas.
Pero justamente, por la magnitud de tales retos, habría que preguntarse si estos son los mandos que requiere tan exigente tarea. Es verdad que Monreal y Adán Augusto han conseguido 13 de las 18 reformas contempladas en el plan C de Andrés Manuel López Obrador en apenas cuatro meses de actividades legislativas. Pero lo han obtenido a partir de mayorías constitucionales cómodas y con la delicadeza de un elefante en sembradío de girasoles. Madruguetes, negociaciones vergonzantes a la vista para obtener el voto de Yunes, dictámenes apresurados cargados de vicios, votaciones cuestionadas, desaseo en el desempeño de las comisiones previas. Por ningún lado aparece la operación política fina, la que lleva a depurar una iniciativa controvertida hasta hacerla viable, convincente y de menor costo de imagen para el partido gobernante.
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