- Si plantamos cara al gobierno ejercido por los peores puede que encontremos el camino de vuelta a un mundo mejor
Paul Krugman - El País
Esta es mi última columna para The New York Times, donde empecé a publicar en enero de 2000. Me retiro del Times, no del mundo, así que seguiré expresando mis puntos de vista en otros lugares. Pero me parece una buena ocasión para reflexionar sobre lo que ha cambiado en estos 25 años.
Al echar la vista atrás, lo que me sorprende es lo optimistas que eran entonces muchas personas, tanto en Estados Unidos como en gran parte del mundo occidental, y hasta qué punto ese optimismo ha sido sustituido por la ira y el resentimiento. Y no me refiero solo a los miembros de la clase trabajadora que se sienten traicionados por las élites; algunas de las personas más enfadadas y resentidas de Estados Unidos en estos momentos —personas que parece que tendrán mucha influencia con el Gobierno entrante de Trump— son multimillonarios que no se sienten suficientemente admirados.
Es difícil transmitir lo bien que se sentían los estadounidenses en 1999 y principios de 2000. Los sondeos mostraban un nivel de satisfacción con la dirección del país que parece surrealista según los estándares actuales. Mi impresión de lo que ocurrió en las elecciones de 2000 fue que muchos estadounidenses daban por sentadas la paz y la prosperidad, así que votaron al tipo que les parecía más divertido para pasar el rato.
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