Julio Volpi - El Siglo de Torreón
Un criminal. Un caudillo sin escrúpulos que ha convertido la mentira en su principal arma de combate. Un autócrata que no reconoció su derrota electoral y trató de subvertirla incitando a la violencia. Y un demagogo que se ha empeñado en transformar a los sujetos políticos más débiles -los inmigrantes sin papeles- en la Gran Amenaza, llamándolos animales. Este es el Hombre del Año, según la revista Time, que por segunda vez en una década será el líder de la mayor potencia económica y militar del planeta. Por más que haya quienes rebajen su peligro o parezcan haberse hecho a la idea de su regreso, se trata de una anomalía que está a punto de sumir al mundo en una de las eras más ominosas y oscuras de los últimos tiempos.
Hay quien se obstina en rebajar la amenaza: Trump ya gobernó cuatro años y, pese a sus desplantes y amenazas, no cumplió las porciones más radicales de su agenda y logró ser contenido por contrapesos internos y externos. En el caso mexicano, se ensalza el abúlico pragmatismo -tañido de complicidad- con que López Obrador consiguió apaciguar, así fuera de dientes para afuera, su odio y su desdén hacia nosotros. Por desgracia, Trump 2.0 no será siquiera parecido al que llegó a la Presidencia, de manera sorpresiva, ocho años atrás. Por una parte, ya no es el showman inexperto y atrabiliario que tropezó una y otra vez -ha aprendido la lección-, como demuestra su manera de rodearse solo de fanáticos e incondicionales; por la otra, ahora cuenta con el apoyo casi absoluto de las dos Cámaras y la Suprema Corte -que modeló a su antojo-, así como de la mayoría de los ciudadanos; y, en fin, no es ya solo el outsider que prometió hacer grande a Estados Unidos otra vez, sino el reo humillado en los tribunales henchido de deseos de venganza.
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