Carlos Ramírez - El Independiente
La lectura estratégica del tema de los aranceles como definición del estilo personal de gobernar del presidente Donald Trump está siendo soslayada en algunos centros de poder: mientras el primer ministro canadiense Justin Trudeau se descolgó de inmediato a la mesa de Acción de Gracias de Trump en Mar-a-Lago, Palacio Nacional mexicano mandó una carta inútil y la presidenta Sheinbaum perdió la oportunidad de la llamada telefónica y se replegó al nacionalismo retórico.
La tarea de analistas y gobernantes debe ser prioritaria en el diseño de un perfil psicológico político y de poder de Donald Trump, un empresario anti Estado, un político anti sistémico, un funcionario superficial que opera por instintos y no por conocimiento de los sucesos, un jefe de gobierno que nombró funcionarios para operar al margen de la burocracia existente que domina las decisiones institucionales, un presidente de la nación más importante del mundo que no lee reportes estratégicos, que carece de una formación de seguridad nacional geopolítica y que toma decisiones a partir de sus propias percepciones superficiales y no dentro de la estructura del gobierno.
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