Por: Luis Miguel González - El Economista
En la reforma del Infonavit, no sé si llama más la atención lo dura de la posición de los sindicatos o la blandura de los empresarios. Los trabajadores han tomado los micrófonos y amenazan con movilizaciones. Los organismos empresariales están pasmados. Al más alto nivel, lo más radical que se atreven a hacer es pedir una audiencia con la presidenta.
Todo parece indicar que la reacción de los sindicatos es el factor que explica la decisión de posponer la discusión de la reforma hasta el 2025. En Palacio no la vieron venir. En el Legislativo, tampoco. Estaban confiados en la mayoría calificada que tenían en el Congreso, pero olvidaron hacer la tarea de planchado con los dirigentes sindicales.
Estamos ante una reforma de gran calado que transformará la institución tripartita y todos los mercados relacionados con la construcción de viviendas. El Infonavit se convertirá en constructor, a través de una nueva empresa filial y jugará un papel de monopsonio en muchos productos y servicios profesionales. El instituto tendrá una nueva forma de gobierno, donde se reforzará la posición del gobierno y el director general del Instituto tendrá Todo el Power. No deja de ser un organismo tripartita, pero el papel de la representación obrera y empresarial se reducirá drásticamente. En algunas tareas sustantivas y en las grandes decisiones se convertirán en objeto decorativo
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