Luis Rubio - El Siglo de Durango
En su periodo de transición, la presidenta electa fue sumamente cauta en cuanto a la forma en que ejercería el poder, especialmente dadas las amplias mayorías con que Morena controla el Congreso. Fue enfática en la protección de los derechos de las minorías. Sin embargo, ya en la presidencia, ese cambio de tono desapareció del mapa. La concordia desapareció, siendo substituida por una renovada militancia. Ningún país puede prosperar cuando su población, incluyendo los mecanismos de contrapeso que son esenciales para la estabilidad y funcionalidad de cualquier sociedad, se encuentran bajo acecho, son denigrados y descalificados de manera permanente. La pregunta es cómo, en el contexto de un gobierno susceptible de encabezar actos de autoridad sin contrapeso, se pretende lograr tanto la concordia como la prosperidad.
En su reciente libro Revoluciones*, Fareed Zakaria hace una interesante distinción sobre la forma en que líderes a lo largo de los últimos cuatrocientos años encabezaron procesos relevantes de cambio y analiza cuáles fueron más exitosos y por qué. Las revoluciones, dice el autor, siguen un patrón común: cambios tecnológicos o económicos de gran envergadura desatan un cambio en la identidad de la población (la forma en que la gente se entiende a sí misma), lo que le lleva a demandar un nuevo tipo de respuestas políticas.
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