- Mientras el oficialismo busca mostrar músculo con una participación histórica, la elección se perfila como una coreografía partidista donde gobierno y oposición juegan a ciudadanizar la justicia mientras reparten listas y recursos
Alfredo González - El Heraldo de México
La elección judicial del domingo, presentada como parte de una reforma “transformadora” en el discurso oficial, corre el riesgo de convertirse en uno de los mayores fracasos políticos. No importará quiénes ganen entre los miles de aspirantes a ministros, jueces y magistrados, si el proceso queda marcado por la manipulación, la apatía y el descrédito.
Y es que en nombre de la legitimidad -o quizás de la conveniencia- actores de todos los niveles de gobierno y siglas políticas, ya sean guindas, naranjas, azules o tricolores, han echado mano de prácticas ilegales para inclinar la balanza: desde la distribución de “acordeones” con instrucciones de voto, hasta la movilización masiva con recursos públicos y operadores territoriales.
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