- “Puede o no coincidirse con él, pero asumamos que López Obrador se ve a sí mismo como un redentor de los derechos y aspiraciones del pueblo mexicano. Y la vía para conseguirlo ha sido la conquista del poder, de manera pacífica, a través de su movimiento”.
Jorge Zepeda Patterson - Sin Embargo
Más allá de las opiniones opuestas y apasionadas que provoca la figura de Andrés Manuel López Obrador, habría que entender que detrás de sus palabras y acciones se encuentra en el difícil parto que significa dejar atrás la vida que ha llevado durante 40 años y nacer a una existencia totalmente distinta. Las implicaciones de esta transición se han analizado desde muchas perspectivas políticas, favorables y desfavorables. Pero ahora quisiera detenerme en un ángulo relacionado más bien con la vida interior de este personaje que ha cambiado, para bien o para mal según se mire, la historia de México.
Entiendo que cualquier perspectiva a la entraña emocional o psicológica de López Obrador es especulativa, como lo sería en el caso de cualquier otra persona. Pero también es cierto que ninguna figura pública en la historia del país ha tenido el tiempo de exposición, casi 1500 mañaneras, más o menos 4 mil horas en las que ha desgranado pensamientos, estrategias, emociones, filias y fobias, cariños y denuestos, ideales y prejuicios, apegos y desapegos. Un diván de confesiones a los oídos de quien haya querido escucharlo. Todo político construye un personaje, consciente o inconscientemente, y eso es lo que muestra al público, pero tantas horas improvisadas ofrecen, también, innumerables atisbos al alma, al temperamento, a la psique o como quiera llamarse a la substancia de la que está hecho el presidente.
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