Serpientes y Escaleras
Salvador García Soto - El Universal
Si ya la muy escasa asistencia de jefes de Estado y presidentes de países importantes en el contexto mundial a su toma de posesión había sido un muy mal indicador para el manejo de la política exterior de ella y de López Obrador (228 jefes de Estado invitados y sólo 16 asistentes), ahora la presidenta electa, Claudia Sheinbaum, parece haber comenzado a manejar sus relaciones internacionales, literalmente, con el pie izquierdo.
Porque la carta con la que ayer el Gobierno de España rechaza participar o asistir a la ceremonia del cambio de poderes en México, por considerar "inaceptable la exclusión de S.M. el Rey Felipe II" de la invitación oficial que recibió del equipo de la doctora, representa un primer tropiezo, intencional o no, en la que será la política exterior de la primera Presidenta de México.
Porque, más allá de sus posiciones ideológicas personales o sus visiones particulares de la historia, Claudia Sheinbaum y su equipo de Relaciones Exteriores no debieran olvidar que España es el segundo socio comercial de México y que, les guste o no la monarquía, es el Rey el que ostenta el carácter de Jefe de Estado del Gobierno español y su desaire al ignorar a Felipe II en su invitación, y solo girarle la cortesía al presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, representa una afrenta para esa nación y para sus habitantes.
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