Rolando Cordera Campos - Periòdico La Jornada
No hay palabras, mucho menos retórica alguna, que nos exima de topar con una realidad viscosa, opaca, que no admite presunciones de entendimiento ni bravatas para proyectarla. Estamos pasmados o en el pantano y, para algunos colegas que cultivan el pesimismo, al borde o de plano ya en el abismo.
Cantar las glorias del gladiador, vencedor de mil batallas con las oligarquías y los corruptos se ha vuelto cansina y patética práctica de los creyentes. Mentar la madre a los oficiantes del culto, o al patriarca mismo, ha perdido todo efecto movilizador hasta el grado de que las oposiciones, formalmente existentes, no aciertan a ir más allá del ditirambo. Sus cálculos resultan ridículos y su voluntad parece más bien una acumulación de decepciones y lamentos por las oportunidades perdidas.
Podríamos proponer, otra vez, que navegamos sin rumbo, a la deriva o al pairo, pero así vista, la coyuntura está poblada de múltiples realizaciones y perspectivas voluntariosas, hasta optimistas, que la política no puede soslayar. Menos la que presume de democrática.
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