Gerardo Esquivel - Milenio
Dos semanas atrás escribí sobre los posibles impactos económicos de algunas de las reformas constitucionales propuestas por el presidente López Obrador. Allí descarté de entrada el escenario catastrófico de una crisis como las que tuvimos en el pasado en otras transiciones presidenciales (1976, 1982 y 1994) y señalé que el impacto de las reformas podría ser más bien el de provocar o profundizar una recesión al inicio de la próxima administración. Además, mencioné que las reformas probablemente afectarían el crecimiento económico en el mediano y largo plazo. Recibí algunos comentarios en el sentido de que estaba cayendo en el catastrofismo que criticaba al principio de aquella columna. Creo que estas afirmaciones provienen del desconocimiento de lo que implica una crisis y una recesión.
¿Cómo eran las crisis macroeconómicas del pasado? Recordemos que la crisis de 1994/95 se tradujo en una caída de más de 6 por ciento del PIB. La tasa de desempleo pasó de 4 por ciento a 7.6 por ciento en su punto más alto. Un ajuste equivalente en la actualidad implicaría un aumento de más de 2 millones de personas desempleadas. La tasa de pobreza entre 1994 y 1996 se incrementó en más de 16 puntos porcentuales, ya que pasó de 52.4 por ciento a 69 por ciento. Un aumento de esa magnitud equivaldría en la actualidad a un aumento de más de 20 millones de personas en situación de pobreza. Como resultado de la crisis, la tasa de inflación en 1995 se disparó a 52 por ciento, la deuda del sector público aumentó en más de 10 puntos porcentuales y la tasa de interés interbancaria llegó a estar en algún punto por encima de 100 por ciento. Mucha gente perdió sus ahorros y sus activos inmobiliarios. La devastación económica fue brutal y la economía tardó en recuperarse al menos un par de años. De ese tamaño fueron los efectos de una crisis macroeconómica como las que tuvimos en el pasado. Esa situación sí que fue catastrófica, pues bien, eso es justo lo que no va a pasar en esta ocasión. Como lo he dicho reiteradamente, el contexto y los fundamentos macroeconómicos actuales son mucho más sólidos de lo que eran en aquellos años.
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