Carlos Ramírez - El Independiente
En una acción concertada, la noche del domingo pasado circularon adelantos de la revista Nexos de Héctor Aguilar Camín y de la revista Letras Libres de Enrique Krauze colocando en el centro del debate la figura del expresidente Ernesto Zedillo Ponce de León como el jefe político de la derecha intelectual.
La biografía política de Zedillo tiene mucha tela de donde cortar. En marzo de 1994, el presidente Salinas lo destapó como candidato presidencial sustituto para ocupar el espacio que dejó el asesinato político de Luis Donaldo Colosio y se convirtió en el beneficiario del crimen, sobre todo porque en Lomas taurinas se frenó en la alianza política de Colosio con Manuel Camacho Solís para posponer un poco el neoliberalismo y priorizar la reforma política democrática de la República.
Zedillo llegó con la bandera de la sana distancia con el PRI, pero manipuló a su gusto al partido en el poder y cuando los priístas se creyeron la autonomía y le cerraron el paso a los precandidatos neoliberales Guillermo Ortiz Martínez y José Ángel Gurría Treviño, Zedillo puso a Francisco Labastida Ochoa para que perdiera las elecciones porque había un pacto político con el Gobierno de Clinton y sobre todo con Vicente Fox y su compromiso de mantener la línea neoliberal que ni Colosio ni Labastida iban a continuar, dejando la continuidad del proyecto ideológico conservador en el grupo Banco de México al que él pertenecía y que estaba comandado por el jefe de los Chicago boys mexicanos, Francisco Gil Díaz.

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