Carlos Ramírez - El Independiente
FOTO: MOISÉS PABLO/CUARTOSCURO.COM
En el viejo régimen priista, el Estado político tenía el control sobre las instituciones privadas que desarrollaban funciones con efectos en la propia fortaleza del Estado. Así fue como Televisa, en voz de su dueño, dijo que la empresa era “un soldado del PRI, un soldado del presidente”, pero con un lenguaje que quería reconocer que la televisión privada formaba parte de la estructura del Estado.
Y no se trata de pruritos estatistas frente a temblorinas neoliberales, sino que se partía de la Real política: Televisa no es una empresa de la industria de la transformación sino es una concesión del Estado y por lo tanto está sometida a reglamentaciones de Estado.
La invocación de que no hay reglas o artículos legales para impedir que el Gobierno de Estados Unidos realice propaganda política en México para imponer los intereses norteamericanos sobre la audiencia mexicana no es más que una preocupante seña de debilidad institucional del Estado.

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