Raúl Rodríguez Cortés - El Siglo de Torreón
Como sucede prácticamente en todo el mundo, la sucesión papal -tras la muerte de Francisco la madrugada de este lunes 21 de abril- refleja las críticas tensiones entre el progresismo y el conservadurismo, en este caso dentro de la Iglesia Católica y el Vaticano.
Como consecuencia de esa crisis fue que llegó al papado el jesuita argentino Jorge Mario Bergoglio el 13 de marzo de 2013, luego de que su antecesor Joseph Ratzinger (Benedicto XVI) abdicara del trono de San Pedro y se convirtiera en Papa Emérito hasta su fallecimiento el pasado 31 de diciembre de 2022.
En la abdicación al papado de Benedicto XVI -hecho sin precedente en 700 años- hubo razones de salud, sí, pero también y sobre todo discrepancias respecto a la renovación y actualización de la doctrina de la Iglesia Católica, proceso que el papa Francisco condujo a lo largo de doce años de pontificado, en temas como la homosexualidad, el sacerdocio femenino, el celibato sacerdotal o la comunión de los divorciados, lo que ha atizado fuertes discrepancias con el ala más conservadora del Vaticano.
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