martes, 29 de abril de 2025

¿Se puede evitar una guerra comercial global?

  • Mientras Trump revive el proteccionismo de los años 30, la mayoría de los países desarrollados evita responder con aranceles. Para mantener esta contención y prevenir una guerra comercial global, la Unión Europea debería asumir un rol de liderazgo y defender el libre comercio.
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Por: Daniel Gros - El Economista

BRUSELAS – El 2 de abril, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, propuso imponer aranceles generalizados a casi todos los socios comerciales de su país, lo que hizo que el valor de los mercados bursátiles globales cayera más de 5 billones de dólares, y atizó el temor a una recesión. Ante el inminente colapso financiero, los aranceles “recíprocos” se pusieron “en pausa” durante 90 días, pero las represalias con China continuaron, lo que condujo a tasas absurdas que superan el 100% en ambos lados. La pausa para el resto de los aranceles del “Día de la Liberación” de Trump dará lugar a tres meses de negociaciones febriles. Pero si el resto del mundo responde con sensatez, los daños podrían circunscribirse enteramente a Estados Unidos, inclusive con una dosis pequeña de liberalización para todos los demás. La Unión Europea será el actor clave para hacer posible este desenlace benigno.

Esta no es la primera vez que Estados Unidos adopta repentinamente el proteccionismo. En 1930, el Congreso de Estados Unidos aprobó la ahora infame Ley Smoot-Hawley, que aumentó las tasas arancelarias sobre una gran parte de las importaciones estadounidenses entre un 40% y un 60%. Si bien el desempleo alcanzó tasas de dos dígitos tras el desplome de Wall Street en 1929, la competencia extranjera no fue la razón: a diferencia de hoy, Estados Unidos tenía un superávit comercial (que los aranceles no contribuirían a ampliar). Pero el sector agrícola estadounidense, asediado por la sobreproducción, exigía protección, al igual que algunos sectores industriales, a pesar del surgimiento de Estados Unidos como potencia manufacturera. Los nuevos aranceles resultarían sumamente perjudiciales para la economía y el sistema comercial globales, no tanto por su impacto directo —el comercio representaba menos del 5% del PIB estadounidense en aquel momento— sino por la reacción del resto del mundo.

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