José Buendía Hegewisch - Excelsior
Claudia Sheinbaum ha dedicado el arranque de su gobierno para sacar adelante las reformas del plan B que Andrés Manuel López Obrador dejó pendientes. Esa decisión política, justificada en la voluntad popular, dejará huella indeleble de una Presidencia que aún sin asentarse emprende una carrera solitaria de continuidad de la 4T, profunda e incierta, con la inminente desaparición de los órganos autónomos.
Aun así, se asoman nuevos estilos de ejercer el poder, que ella pareciera entender como impartir órdenes y esperar que se cumplan a la mayor brevedad, incluso tratándose de temas refractarios y complejos, y no necesariamente de su agenda. Así ocurrió con la reforma judicial en los primeros 15 días del sexenio, que suma contratiempos y amenazas legales. Y ahora otra en puerta, que cambiará el rostro del Estado con una política de recentralización de funciones de agencias constitucionales, como la Cofece, el Coneval o el Inai en el gobierno.
El primer problema de su discusión es verse esculpida en piedra con posiciones en blanco y negro de la dicotomía de los contrapesos o su muerte en el gobierno. Pero la evidencia para borrarlas de un plumazo no es clara, aunque en todos se motive en racionalizar recursos o la emancipación del poder económico. Algunos funcionan mejor o peor que otros, pero sus estructuras seguirán costando aún sin autonomía, porque sus funciones no se esfumarán, y no en todos dejará mayor independencia estatal ante la IP.
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