- El país se le está yendo de las manos a la Presidenta en materia de seguridad, pese a que toda la violencia no puede atribuírsele en estos momentos a su política.
Raymundo Riva Palacio - El Financiero
La violencia está desbordada y está subiendo la calidad de fuego de las organizaciones criminales. En Guanajuato, en la zona que controla el Cártel de Santa Rosa de Lima, la organización que domina el huachicol, estallaron dos coches bomba, mientras que en Guerrero, en la Costa Grande, se enfrentaron militares con civiles armados. El teatro de operaciones criminales se amplío drásticamente en unos cuantos días, desde Sinaloa y Chiapas, hasta el centro del país. No se sabe aún si los estruendosos conflictos son parte de la extensión de la guerra interna en el Cártel de Sinaloa, pero lo que sí se ve es la primera crisis de seguridad que enfrenta la nueva presidenta, Claudia Sheinbaum, y que la pone a prueba sobre cómo manejar el desastre que le dejó Andrés Manuel López Obrador.
Los ataques en Guanajuato fueron al corazón del Cártel de Santa Rosa de Lima. Un coche bomba explotó en Acámbaro, a unos metros de las instalaciones de Seguridad Pública municipal, y poco tiempo después estalló otro en Jerécuaro, afuera de la sede de la Secretaría de Seguridad municipal. Ese cártel nació en 2014 en el centro y el sur del estado, en Villagrán, contiguo a Celaya, y en la herradura que hace frontera con Michoacán –donde está Acámbaro– y Querétaro –donde está Jerécuaro–. La selección de los objetivos sugiere que los agresores denunciaron colusión de la policía con los reyes del huachicol, aunque no se sabe de parte de quién fueron las bombas.
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