- Los dos candidatos compiten con sus propuestas fiscales, comerciales y sectoriales, pero no abordan el problema del déficit y la deuda
Miguel Jiménez - Washington - El País
A poco más de una semana de la fecha oficial de la cita con las urnas, las elecciones presidenciales de Estados Unidos parecen jugarse a cara o cruz. Las probabilidades de victoria están muy igualadas y los inversores hacen cábalas sobre las implicaciones económicas de los diferentes escenarios. El próximo 20 de enero, fecha de la toma de posesión, Kamala Harris o Donald Trump harán historia como la primera mujer que ocupa el Despacho Oval o como el primer presidente que recupera el cargo tras haberlo perdido desde Grover Cleveland en 1892. El futuro de la política económica de Estados Unidos no dependerá solo, sin embargo, de quién sea el inquilino de la Casa Blanca, sino también de la nueva correlación de fuerzas en el Congreso. Harris y Trump, los demócratas y los republicanos, tienen recetas económicas opuestas en casi todo, desde la política fiscal a los aranceles, pasando por la inmigración, la energía, la sanidad, la vivienda, la regulación y hasta el papel de la Reserva Federal.
Sea quien sea el ganador, y aunque ese no sea el sentir generalizado de los votantes, recibe una buena herencia económica. “La economía estadounidense está en buena forma. Está creciendo a un ritmo sólido. La inflación está bajando. El mercado laboral va a un ritmo fuerte. Queremos mantenerla así. Eso es lo que estamos haciendo”, subrayó el presidente de la Reserva Federal, Jerome Powell, en la rueda de prensa posterior a la última reunión de política monetaria.
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