José Fernández Santillan / El Universal
Con la salida de Felipe Calderón de la Presidencia de la República
termina un sexenio cargado de controversias; pero también concluye una
manera de interpretar y practicar la política por parte del panismo en
retirada. Recuerdo muy bien que al principio de ese ciclo, aparentemente
exitoso, se dijo que el ascenso del PAN se debía a que, por fin, se
había liberado de la pesada carga doctrinaria que cargaba a sus
espaldas. El legado de Manuel Gómez Morín, Efraín González Luna, Adolfo
Christlieb Ibarrola y Carlos Castillo Peraza, entre otros próceres
blanquiazules, estaba bien para almacenarlo en bibliotecas, pero no para
guiar la acción práctica. Si se quería obtener resultados tangibles y
no, simplemente, desojar la margarita había que dejar la moral a un
lado; reconocer que el poder tiene su propia lógica, distinta del canon
que guía a las buenas conciencias.
No hay comentarios:
Publicar un comentario