Marcos Roitman Rosenmann / La Jornada
La capacidad para
adjetivar las políticas de recortes antisociales y antidemocráticos no
tiene límite. Tampoco el cinismo y la hipocresía con que actúa la clase
política gobernante. Mariano Rajoy, presidente del gobierno; María
Cospedal, pluriempleada, secretaria general del Partido Popular y
presidenta de la Comunidad Autónoma de Castilla la Mancha, y Alberto
Ruiz Gallardón, ministro de Justicia, se emplean a fondo. Hablan de
dolor a la hora de aplicar las políticas de ajuste presupuestario. Para
ejemplarizar cuál es su estado de ánimo, Gallardón ha puesto de moda una
frase que está en boca de muchos ministros y de Rajoy:
Gobernar consiste en repartir dolor. Pero en la repartición hay quienes lo infringen y administran y otros que lo reciben y padecen. En esta crisis las decisiones no afectan por igual a unos y otros. Torturador y torturado no son lo mismo. Pensar en el sufrimiento y el dolor ajeno para quienes se benefician del mismo no deja de ser un comportamiento rayano en la enfermedad patológica. Ellos sienten el dolor ajeno, aunque no hacen nada para remediarlo. Gracias a sus lumbreras, la vida cotidiana en España se llena de dolor. Veamos.
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