Ángel Laborda / El País
2012 será recordado como el año de la recaída en recesión tras una
tímida y frustrada recuperación a lo largo de 2010 y primera mitad de 2011.
Desde luego, nunca vimos claro que dicha recuperación pudiera alcanzar pronto
los ritmos de crecimiento y creación de empleo previos a la crisis. La
necesidad de absorber los elevados e insostenibles desequilibrios generados en
los años anteriores, de reducir los altos niveles de deuda, de enjugar las
pérdidas causadas por la burbuja inmobiliaria y de reconvertir el exceso de
capacidad productiva en sectores tan importantes como la construcción y el
financiero hacían pensar en un periodo más o menos largo de crecimientos
moderados de la economía. Es imposible crecer a pleno potencial y al mismo
tiempo estar haciendo duros ajustes. Pero lo que no preveíamos era que se
produjera un agravamiento tan profundo de las condiciones financieras y, como
consecuencia, una recaída tan intensa como la registrada. Aun en septiembre de
2011, las previsiones de Funcas apuntaban a un crecimiento para 2012 del 1%,
aunque las realizadas en noviembre ya corrigieron el punto de mira hasta el
-0,5%, y en febrero de este año, hasta el -1,7%.
No hay comentarios:
Publicar un comentario