- Su bajada de impuestos en 2017 favoreció a los ciudadanos de rentas altas. Ahora quiere hacer permanente esa reducción fiscal
Paul Krugman - El País
Donald Trump siempre ha sido un estafador. Como empresario, dejó un rastro de inversores que perdieron dinero en empresas fallidas mientras él se beneficiaba, estudiantes que pagaron miles de euros por cursos inútiles, contratistas sin pagar y más. Incluso en medio de su actual campaña presidencial, ha estado vendiendo a precios excesivos zapatillas doradas y Biblias impresas en China.
Pero la mayor estafa de Trump, y posiblemente la más trascendental, ha sido de índole política: presentarse a sí mismo como un republicano diferente, un aliado de los trabajadores estadounidenses. Este autorretrato ha tenido éxito hasta el momento, sobre todo al ganarle al expresidente un apoyo significativo entre la gente de color de clase trabajadora, aunque el carnaval de racismo en su mitin del domingo pasado —en el que un cómico abrió el acto describiendo Puerto Rico como una “isla de basura” y contó un chiste de sandías en referencia a un hombre negro— podría mermar ese apoyo en los últimos días de la campaña. Lo cierto es que, si los planes políticos de Trump difieren de la ortodoxia del Partido Republicano, es porque son aún más antitrabajadores y proplutócratas que lo que antes era normal en su partido.
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