Moises Naím - El Siglo de Torreón
Cuando un periodista le preguntó al primer ministro británico Harold Macmillan qué podría descarrilar su naciente gobierno, se dice que respondió "events, dear boy, ¡events!" Tenía razón. Los presidentes recién electos llegan al poder cargados de planes y promesas, pero lo usual es que su agenda se desvíe al tener que responder a eventos que nadie había anticipado. Donald Trump y su gobierno no son inmunes a esta tendencia.
Es probable que una variedad de crisis, tanto internas como internacionales, sacudirán a la nación y requerirán del gobierno respuestas y reacciones que no estaban en sus planes. La más obvia es la emergencia climática. Ya es normal que los medios reporten de alguna parte del mundo -de Siberia a Nueva York- acerca de los catastróficos efectos de incendios incontenibles y huracanes cada vez más poderosos. La incompetencia gubernamental en este ámbito es un fenómeno global. Además, la respuesta gubernamental se complica debido a la polarización del debate acerca del cambio climático. Según Donald Trump, por ejemplo, la alarma por el calentamiento global y sus efectos son fraudes inventados por China para quitarle competitividad a las empresas estadounidenses.
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