José Buendía Hegewisch - Excélsior
La Corte busca despedirse peleando hasta el final, como el guerrero que va a la carga para avivar la resistencia y ganar un recuerdo de admiración en la derrota. Con su decisión de revisar la reforma judicial pretende marcarla con el “pecado original” de la crisis constitucional, que atascaría la oportunidad de implementar el salto a lo desconocido del polémico e incierto cambio en la justicia.
Su capacidad de echarla abajo es más que limitada, porque necesitaría el apoyo del gobierno de Sheinbaum para obligar o sancionar al Congreso, en caso de una resolución judicial suspensiva. Por ello, desde el Senado les dicen que la reforma seguirá adelante les guste o no a los jueces; no obstante que la falta de colaboración complique al Legislativo y al INE tener el control del “corazón” de la reforma de la elección de juzgadores por voto popular. El choque inédito con el Ejecutivo y el Congreso es de pronóstico reservado por la dificultad de determinar su impacto en la implementación de la reforma, su evolución y las expectativas del desenlace; ésta avanza entre paros laborales de la judicatura, preocupaciones de EU, Canadá y de organismos internacionales. La CIDH ha citado a México a una reunión para analizarla.
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